La famosa zona de confort, esa en la que nada florece, nos da una sensación de seguridad, pero no nos hace crecer ni evolucionar. Es más, podemos estar en una situación en la que nuestras finanzas estén deterioradas o que estemos insatisfechos con nuestro trabajo, pero preferimos no movernos ni salir del entorno habitual.
En un lejano pasado, nuestros ancestros vivían en tribus y salir de este núcleo, suponía arriesgar la supervivencia. Hoy nuestra realidad es diferente y somos conscientes de que los grandes saltos evolutivos los hemos dado dando pasos, arriesgando, saliendo del territorio conocido.
Aún está extendido el concepto de seguridad que supone trabajar por cuenta ajena como empleado. Si bien es cierto, hoy la permanencia en las empresas es más vulnerable y muchas personas se plantean dar el salto.
Trabajar por cuenta ajena versus por cuenta propia no es mejor ni peor. No todo el mundo siente el hormigueo del emprendimiento o están dispuestos a sacrificar su estabilidad. Ambos caminos son válidos y necesarios y aportan por igual a la sociedad.
Pero también es sabido que en España no existe una cultura de tradición empresarial salvo en algunas comunidades; en las últimas décadas el emprendimiento está siendo tendencia, pero falta aún cierto grado de consolidación.
Y es que crear una empresa da miedo. ¿Por qué no emprender con miedo? Si esperamos a que la incertidumbre desaparezca, nunca ocurrirá. El cambio y la adaptación forman parte del camino del empresario.
El papel de las empresas es esencial para la dinamización, el crecimiento y la evolución de las sociedades. Crear una empresa es crear puestos de trabajo, valor y riqueza en las comunidades.
Quizás te preguntes si «vales para emprender» y lo más importante es que si tienes esa idea, si te lo planteas, es porque quizás quieras aportar de esa manera.
Eso sí, es un recorrido de fondo que implica perseverancia, formación continua, resiliencia, vocación de servicio y afán de superación entre otras cualidades.
